
“Teaism is a cult founded on the adoration of the beautiful among the sordid facts of everyday existence. It inculcates purity and harmony, the mystery of mutual charity, the romanticism of the social order. It is essentially a worship of the Imperfect, as it is a tender attempt to accomplish something possible in this impossible thing we know as life.”
Kakuzo Okakura era un señor magníficamente educado, con una fina sensibilidad estética. Era, digamos, un japonés hegeliano con un algo de profundo nacionalista, de nacionalista japonés. Era un hombre consciente y reivindicativo de la grandeza de su cultura, y preocupado por el avance de lo occidental en oriente.
Asia y Occidente eran dos cosas distintas, en conflicto, lo único que fluía en esos dos mundos era el té. Asia era profunda, refinada y con tendencia hacia lo universal e infinito; Occidente un grupo de marineros preocupados con lo particular. De Asia venia el té, y su culto, el Teismo. De occidente venia el vino, y las resacas.
El Libro del té es una pequeña joya estética, que se escribió con la intención de ser leído en la casa de Isabella Gardner (una de las grandes personalidades del Boston finales de siglo XIX y muy amiga de Kakuzo). La intención parece haber sido la de hacer una transfusión de orientalismo a unos anémicos, teísticamente hablando, occidentales.
Es una disertación larga, bonita, reivindicativa y bien escrita donde el té aparece y desaparece. El capítulo dos, por ejemplo, es un repaso de la historia del té, muy bien construido que nos va llevando de una manera en apariencia inevitable, al culmen, a la ceremonia del té Japonesa. Mientras que en el capítulo tres se dedica a presentar el Taoismo y el budismo Zen como una estética vital.
Y cuando volvemos al mundo del té ya estamos, magistralmente introducidos, dentro de una Sukiya, que es la “edificación” donde se realiza la ceremonia del té.
Japón, el Cha no yu (la ceremonia del té) y el budismo Zen son el ideal, la perfección, la síntesis, aunque Okakura no está seguro de que podamos, aun, entenderlo.
Por eso nos lleva en volandas, haciéndonos despegar con un cuento taoísta, buscando elementos en la literatura y el arte que despierten nuestros sentidos y nuestra comprensión (el capítulo cuarto) hasta un extraño jardín.
Y al igual que la sukiya servía de ejemplo de lo más refinado de la arquitectura, será la utilización que hace un maestro de té de las flores lo que sirva de ejemplo de las más altas cotas de estética y ética en el uso de la naturaleza (y no el derroche un tanto amontonado y asesino de los arreglos florales occidentales).
El libro termina con el artista más refinado (cuando leáis la última frase del Libro del té , entenderéis la ironía): El maestro de té.
Es un libro que hay que leer, un placer estético lleno de información y de imágenes que, a pesar de mis vanos intentos de descubriros el truco y desenmascarar la pizca de mala leche con la que lo escribió (creo) Okakura, enamora al lector bienintencionado y le hace, también, amar el té.

2 Comments
Maria Jose Tenorio Ramon
Este me lo llevo a mi comunidad decimonona, aficionados todos al té y a la buena literatura de la época. Gracias por la recomendación, no he leído el libro, pero entra desde ya en mi, interminable lista de libros pendientes de lectura….junto con los libros deberían vender el
tiempo para leerlos, verdad?
carloseduardo
Se lee muy rápido ( piensa que es mas el texto refinado de una conferencia que un “libro” en sentido estricto.) normalmente los editores le ponen un prologo muy extenso para que tenga cierto volumen pero es un texto corto. Eso si, es muy refinado, Así que podrás saborear muchas páginas por si mismas